quinta-feira, 14 de junho de 2012

"Las mezclas nos hacen más fuertes" (Kabunda)

Hace mucho que no empiezo a leer el periódico por la parte de atrás, la parte de los deportes. De pequeña lo hacía, siempre pensando en lo que se pasaba en el mundo del balón, deporte que mi abuelo paterno me enseñó a gustar. Sin embargo, ya después de un poco mayor he visto que el mundo del fútbol no pasa de un mundo político, económico y socialmente injusto: mucho dinero para pocos. Pues, el último sábado una notícia relacionada al mundillo del fútbol me llamó la atención: "La Eurocopa arranca con brotes racistas", un relato sobre los improperios que recibieron los jugadores negros de Holanda durante un entrenamiento en Cracovia.

Me parece repugnante que en pleno siglo XXI exista gente que insulta otra gente simplemente por el hecho de que somos diferentes. Me alegro muchísimo con tanta diferencia. Colorido sería el mundo si sólo existieran arios? O sólo negros? O sólo amarillos? Y qué aburrido sería la historia y la cultura si la gente no se mezclara? Si el mundo fuera así, me gustaría no ser persona. En una mariposa muy colorida me transformaría.




Hace unos años he oído una de las frases más bonitas que he oído en mi vida: "Las mezclas nos hacen más fuertes". Lo dijo un señor negro de apellido Kabunda, durante unas de sus clases del Master de Relaciones Internacionales y Comunicación. Me la guardé y en ella pienso muchas veces. Principalmente porque hace mucho sentido para alguien que vive en un país extranjero y que convive tanto con locales cuanto con otros extranjeros. Es tan bonito e interesante escuchar historias, aprender sentidos de humores e intentar decifrar idiomas o gestos. Todo lo que no hace parte de nuestro mundo propio, pero que puede ser encajado en nuestra personalidad como si fuera otra pieza de nuestro rompecabezas.

Es obvio que me gusta estar con mis paisanos, pero me hace más curiosa el que no viene de mi país, el que no habla mi idioma, el que no ha aprendido el mismo lado de la historia que yo, el que conoce otras músicas, otros poemas y otros libros. Eso sí, el color de la piel me da igual!


quarta-feira, 16 de maio de 2012

El árabe en las manos de Jorge Luis Borges

Tengo que empezar a escribir lo que llevo guardado en la cabeza hace algunos meses. En primer lugar, porque sino voy a olvidar todo. Después, porque hay que abrir espacio en la memoria para lo que es nuevo, sino la pobre masa gris va a explotar... Hoy escribo sobre algo que he oído hace casi un año, durante las comemoraciones de los 25 años de la muerte del escritor argentino Jorge Luis Borges, en Casa de América. Abre paréntesis: me parece raro comemorar los años de la muerte de alguien. Cierra paréntesis. Durante tres días, escritores y periodistas charlaron sobre la obra de Borges. Y María Kodama, viúda del escritor, habló un poco de su vida. Estuve presente en dos de los tres días, y nada de lo que fue dicho me encantó más que escuchar la siguiente pequeña-grande historia, salida de la boca de María Kodama:

"En 1986, Borges ya estaba muy enfermo, la ceguera cada día se pronunciaba más. Con el presentimiento de que la muerte se acercaba, él, que no quería una multitud de gente llorando sobre su ataúd, lo que seguramente iba a pasar en Buenos Aires, ha decidido vivir sus últimos momentos lejos de su tierra. Ha elegido Ginebra, Suiza, dónde ya había vivido durante su primera juventud, entre 1914 y 1920. Pero Borges, lejos de ser un enfermo moribundo y con sus ganas de siempre estar estudiando, puso en la cabeza que quería seguir con las clases de japonés. Y yo me pregunté dónde iba a encontrar un profesor del idioma en Ginebra? Buscando anuncios en los periódicos, he visto uno de un profesor de árabe. He convencido a Borges que tomara clases y llamé al señor. Antes de presentarle a Borges, le he pedido, repetidas veces, absoluto secreto sobre el hecho. El hombre estaba muy curioso para saber a quien iba a dar clases. Cuando, por primera vez vio que el alumno sería JLB, se puso a llorar de emoción. Borges estaba contento con las clases de árabe, pero su visión era casi nula. La única manera que encontré de hacerle conocer las letras fue dibujándolas en la palma de su mano."


1) Me parece una historia muy bonita y, qué coincidencia,  JLB terminó la vida aprendiendo el idioma cuya la primera letra de su alfabeto, Aleph, también es el nombre de su libro más famoso.

2) Fui a las charlas en Casa de América sin nunca ter leído un libro de Borges. Pero sé que es un gran escritor (no iría a la charla sobre el chino de la esquina, por ejemplo) y no podía perderlas. Por cierto, hace pocos meses, cuando estuve en Brasil, he comprado "O Aleph". Admito, he roto con mi "regla" de solo leer un libro en el idioma que originalmente fue escrito (es lógico que excluyo de esta regla los libros escritos en idiomas que no sé). A lo mejor porque quiero entenderlo de Aleph a Z. Y lo voy a leer en junio, para "comemorar" los 26 años de la muerte de JLB.

sábado, 5 de maio de 2012

Una calle y 3 placeres - Malasaña

Es llegada la hora de jubilar la pereza y volver a escribir en este blog. No que he estado parada, la vida sigue igual de ocupada (menos mal!) y, claro, también hay las horas de relajación. Pero poco a poco intentaré (re)distribuir mi tiempo para poder hacer un poquito de todo. Petit à petit!

Vuelvo con algo que está en mi cabeza desde ya algunos meses: una calle en Malasaña. Un día a la semana, desde mediados del año pasado, mi camino pasa por las aceras de la calle Hernán Cortés, en el corazón de este barrio tan madrileño. Al pasar por allí, si tengo prisa, disminuyo la velocidad de los pasos para mirar atentamente tres cosas que me encantan...

1) el restaurante Mononoke: este sitio, a demás de la buena comida, me trae un buen recuerdo. Pero el recuerdo es eso, un recuerdo, y la comida sigue allí, y buena. Aquí te sirven japanese food y fusion. Así que no te sorprendas si el sashimi sea presentado debajo de un chorrito de aceite de oliva.



2) la librería Panta Rhei: el nombre significa, en griego, "todo fluye", y es una teoría del filósofo Heraclito. Este sitio me encanta desde que he entrado en él la primera vez, hace unos cuatro años. Hay libros superinteresantes sobre fotografía, pintura, dibujo, etc. Y en el "etc" está incluída la literatura "normal". Merece la pena perderse en Panta Rhei durante por lo menos una horita. Pero, en mi opinión, lo único que falta es un sitio para sentarse y ojear un libro con calma.



3) el sitio de arreglo de máquinas de escribir: me encantan las máquinas de escribir. Un fetiche. En Brasil tengo muy bien guardada una Olivetti. No muy antigua, confieso, pero una raridad en el mundo tecnológico de hoy. Antiguedad de verdad es posible encontrar en esta tienda, atendida por un señor super borde. Las piezas no tienen un precio modesto, aún más en estos tiempos de ... ssshhhhh, hay que decir bajito... crisis! De tiempos en tiempos entro y doy una mirada en lo que hay. Esto sí, intento siempre llevar un look distinto de lo que llevaba en la visita anterior, así el tío borde no me puede reconocer.



Carpe Diem!

segunda-feira, 2 de abril de 2012