sábado, 5 de maio de 2012

Una calle y 3 placeres - Malasaña

Es llegada la hora de jubilar la pereza y volver a escribir en este blog. No que he estado parada, la vida sigue igual de ocupada (menos mal!) y, claro, también hay las horas de relajación. Pero poco a poco intentaré (re)distribuir mi tiempo para poder hacer un poquito de todo. Petit à petit!

Vuelvo con algo que está en mi cabeza desde ya algunos meses: una calle en Malasaña. Un día a la semana, desde mediados del año pasado, mi camino pasa por las aceras de la calle Hernán Cortés, en el corazón de este barrio tan madrileño. Al pasar por allí, si tengo prisa, disminuyo la velocidad de los pasos para mirar atentamente tres cosas que me encantan...

1) el restaurante Mononoke: este sitio, a demás de la buena comida, me trae un buen recuerdo. Pero el recuerdo es eso, un recuerdo, y la comida sigue allí, y buena. Aquí te sirven japanese food y fusion. Así que no te sorprendas si el sashimi sea presentado debajo de un chorrito de aceite de oliva.



2) la librería Panta Rhei: el nombre significa, en griego, "todo fluye", y es una teoría del filósofo Heraclito. Este sitio me encanta desde que he entrado en él la primera vez, hace unos cuatro años. Hay libros superinteresantes sobre fotografía, pintura, dibujo, etc. Y en el "etc" está incluída la literatura "normal". Merece la pena perderse en Panta Rhei durante por lo menos una horita. Pero, en mi opinión, lo único que falta es un sitio para sentarse y ojear un libro con calma.



3) el sitio de arreglo de máquinas de escribir: me encantan las máquinas de escribir. Un fetiche. En Brasil tengo muy bien guardada una Olivetti. No muy antigua, confieso, pero una raridad en el mundo tecnológico de hoy. Antiguedad de verdad es posible encontrar en esta tienda, atendida por un señor super borde. Las piezas no tienen un precio modesto, aún más en estos tiempos de ... ssshhhhh, hay que decir bajito... crisis! De tiempos en tiempos entro y doy una mirada en lo que hay. Esto sí, intento siempre llevar un look distinto de lo que llevaba en la visita anterior, así el tío borde no me puede reconocer.



Carpe Diem!

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