quarta-feira, 16 de maio de 2012

El árabe en las manos de Jorge Luis Borges

Tengo que empezar a escribir lo que llevo guardado en la cabeza hace algunos meses. En primer lugar, porque sino voy a olvidar todo. Después, porque hay que abrir espacio en la memoria para lo que es nuevo, sino la pobre masa gris va a explotar... Hoy escribo sobre algo que he oído hace casi un año, durante las comemoraciones de los 25 años de la muerte del escritor argentino Jorge Luis Borges, en Casa de América. Abre paréntesis: me parece raro comemorar los años de la muerte de alguien. Cierra paréntesis. Durante tres días, escritores y periodistas charlaron sobre la obra de Borges. Y María Kodama, viúda del escritor, habló un poco de su vida. Estuve presente en dos de los tres días, y nada de lo que fue dicho me encantó más que escuchar la siguiente pequeña-grande historia, salida de la boca de María Kodama:

"En 1986, Borges ya estaba muy enfermo, la ceguera cada día se pronunciaba más. Con el presentimiento de que la muerte se acercaba, él, que no quería una multitud de gente llorando sobre su ataúd, lo que seguramente iba a pasar en Buenos Aires, ha decidido vivir sus últimos momentos lejos de su tierra. Ha elegido Ginebra, Suiza, dónde ya había vivido durante su primera juventud, entre 1914 y 1920. Pero Borges, lejos de ser un enfermo moribundo y con sus ganas de siempre estar estudiando, puso en la cabeza que quería seguir con las clases de japonés. Y yo me pregunté dónde iba a encontrar un profesor del idioma en Ginebra? Buscando anuncios en los periódicos, he visto uno de un profesor de árabe. He convencido a Borges que tomara clases y llamé al señor. Antes de presentarle a Borges, le he pedido, repetidas veces, absoluto secreto sobre el hecho. El hombre estaba muy curioso para saber a quien iba a dar clases. Cuando, por primera vez vio que el alumno sería JLB, se puso a llorar de emoción. Borges estaba contento con las clases de árabe, pero su visión era casi nula. La única manera que encontré de hacerle conocer las letras fue dibujándolas en la palma de su mano."


1) Me parece una historia muy bonita y, qué coincidencia,  JLB terminó la vida aprendiendo el idioma cuya la primera letra de su alfabeto, Aleph, también es el nombre de su libro más famoso.

2) Fui a las charlas en Casa de América sin nunca ter leído un libro de Borges. Pero sé que es un gran escritor (no iría a la charla sobre el chino de la esquina, por ejemplo) y no podía perderlas. Por cierto, hace pocos meses, cuando estuve en Brasil, he comprado "O Aleph". Admito, he roto con mi "regla" de solo leer un libro en el idioma que originalmente fue escrito (es lógico que excluyo de esta regla los libros escritos en idiomas que no sé). A lo mejor porque quiero entenderlo de Aleph a Z. Y lo voy a leer en junio, para "comemorar" los 26 años de la muerte de JLB.

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